Almanaque escolar de los Alumnos de Don Alfonso 1956 al 1972
Recupero este comentario del libro de visitas del 2007, describiendo la enseñanza de esos tiempos.
Hacía tiempo que no visitaba esta página maravillosa y al hacerlo, he vuelto a disfrutar como siempre del pasado y de la actualidad.
Reitero mi felicitación a los responsables de ésta Web que podría ser perfectamente, un referente para muchas otras en toda la nación.
Voy al grano, he leído los comentarios de un visitante, recordando los tiempo súper-culturales de los maestros del pueblo, me imagino que en los años 60, que es cuando yo asistí a sus clases. El señor, recuerda con emoción todo lo que aprendió y, lo mucho que le ayudaron en su futuro.
Bien, o yo estoy confundido y no son los mismos maestros, o estábamos en dimensiones paralelas o, asistió a sus clases en años posteriores y más humanitarios y modernos.
Yo viví, como tantos otros, unos años terribles.
Cuando hablo con mis hijas de mis principios escolares y lo que pasábamos, no se lo creen.
Pero es cierto y lo saben muy bien todos los hombres y mujeres de mi generación.
Recuerdo a una tal Doña Pepita, que era la maestra de las niñas. Cuando D. Celestino no podía impartir alguna clase y se ausentaba, la susodicha maestra, entraba en nuestra clase y sin más explicaciones nos golpeaba en la espalda uno por uno con el palo de una escoba.
No había explicaciones, sólo silencio y palos.
Se marchaba y hasta la siguiente media hora.
De D. Celestino, no voy a decir nada, porque aunque de vez en cuando nos pegaba por el tema del zafarrancho de combate (Uñas sucias, manchas, etc.) si sabía enseñar y aprendíamos poco a poco.
En el caso de D. Alfonso, recuerdo a algunos compañeros, irse de clase con las piernas sangrando por el efecto de los golpes provocados por unos juncos duros y secos cómo látigos y que D. Alfonso, en su inmenso amor hacia nosotros, nos proporcionaba constantemente para desarrollar nuestro potencial cultural.
Dichos juncos, teníamos que recogerles nosotros mismos del rió para que él eligiera los más consistentes y duros.
Podían ser juncos, o una regla, un escoba. Eran palos diarios, por todo, a todas horas.
Y nosotros, niños, con el miedo en el cuerpo permanentemente. A excepción de cuatro privilegiados, los demás de la clase, recibimos golpes e insultos durante años.
Nos pegaba incluso, si no íbamos al Rosario de la tarde en la iglesia. El mayor exponente de todo aquello, es el caso de un porcentaje bastante grande de niños de 14 años, que terminaban los llamados Estudios Primarios y cuando tenían que escribir una redacción, escribían despacio letra a letra cómo los niños de cuatro años. Dividir, sólo unos pocos sabían dividir.
Quizá ese Sr. encontró otro maestro más mayor y más humano. Yo desde luego, no tuve el placer de conocerle en esa época.
Cuando nos encontramos algunos de los amigos de antaño y hablamos de nuestra experiencia en la escuela. comentamos dos cosas, que fuimos felices en ese pueblo maravilloso y el miedo, la angustia, que suponía asistir cada día a una clase en la que, lo más importante de todo, no era aprender geografía o aritmética, era dominar el miedo que nos atenazaba nada más entrar por la puerta de la escuela.
Mis recuerdos ya son pasado, pero desde luego no se olvidan. Entre el “Cara al sol”, los palos en la escuela, el miedo a quedarnos ciegos o tuberculosos si hacíamos cosas “malas” en la intimidad y los eternos rosarios, novenas, etc.
En todo caso luego teníamos el pueblo, sus gentes, el monte, el rió, los amigos. Eso nos hizo felices y de alguna manera compensó todo el daño que nos hicieron siendo niños.
Por último decir, que si aprendimos una cosa de aquella época escolar. Aprendimos que queríamos para nosotros y nuestros hijos todo lo contrario a lo que tuvimos. Afortunadamente, así ha sido. Un fuerte abrazo.
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La escuela de Don Alfonso de la Torre Fidalgo. Propietario de viccocho seseta y cinco dos caballos de matrícula ZA 5865. Que se autodenominaba camisa vieja de falange. Que coleccionaba huevos, monedas a cambio de bola de anís. tegulas romanas de la manuela y tenía el cuarto el churro lleno… Leer más »